Este es un artículo de opinión publicado en el periódico “Clarín”
de Buenos Aires y aunque fuera publicado el 03/12/2011, sigue siendo válido.
“Solemos creer que entre el kirchnerismo y el
republicanismo hay un abismo.
El kirchnerismo es entendido como un discurso nacional y
popular progresista preocupado por la justicia social, y se distingue por el
énfasis puesto en el conflicto como parte constitutiva de la política. Se suele
pensar que el republicanismo es una ideología conservadora con miedo congénito
al conflicto y que sólo se interesa por los derechos individuales y el
fortalecimiento de las instituciones del Estado para que sirvan de contrapeso
al Poder Ejecutivo.
Esta caracterización del republicanismo sólo corresponde a
una de sus variedades: la liberal-conservadora a partir de comienzos del siglo
XIX. El republicanismo de pura cepa, en efecto, no está tan interesado en la
protección de los derechos individuales sino en la protección de los
ciudadanos frente a cualquier clase de dominación, sea de naturaleza
política por parte del gobierno o, por extensión, de naturaleza
económico-social por parte del mercado o de la sociedad civil. De ahí que el
republicanismo tenga claras connotaciones progresistas.
La otra cara de la preocupación republicana por la
dominación es que los ciudadanos deben participar en la toma de decisiones
políticas, lo cual a su vez explica el celo republicano por la virtud cívica.
Cuando esta última decrece, deja lugar a la corrupción de los gobernantes y de
los gobernados, el mayor flagelo posible para un republicano. Ahora bien, el
interés por combatir la dominación y fomentar la virtud cívica no implica que
al republicanismo la nación o el pueblo le resulten indiferentes.
Por ejemplo, un pensador republicano paradigmático como
Maquiavelo no sólo defendió la unificación de Italia sino que además tomó
partido en favor del pueblo en contra de los nobles o “grandes” a quienes les
atribuía precisamente el deseo de dominar al pueblo.
Es Maquiavelo quien en el primer Libro de sus Discursos
sobre la Primera Década de Tito Livio señala que “todas las leyes que se hacen
en pro de la libertad nacen de la desunión” entre los poderosos y el pueblo.
Según Maquiavelo, “los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe
atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan más en
los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que
produjeron”.
La defensa de la nación y/o del pueblo y de la
reivindicación del conflicto político, entonces, no sólo es compatible con una
república bien ordenada sino antes bien podría ser la condición de posibilidad
de la misma . En las palabras de Maquiavelo, si alguno cree que los medios
para instaurar un régimen republicano “fueron extraordinarios y casi feroces,
pues se ve al pueblo unido gritar contra el Senado, al Senado contra el pueblo,
correr tumultuosamente por las calles, saquear las tiendas, marcharse toda la
plebe de Roma, cosas estas que espantan, más que otra cosa, al que las lee, le
respondo que toda ciudad debe arbitrar vías por donde el pueblo pueda desfogar
su ambición, sobre todo las ciudades que quieran valerse del pueblo en los
asuntos importantes”.
No hay razones para creer que el republicanismo está por
naturaleza en las antípodas del progresismo nacional y popular.
Es muy probable que el problema no sea el republicanismo en
sí, sino su versión vernácula electoral, que se empecina en negar las
aspiraciones emancipadoras del republicanismo.
Al discurso republicano genuino le interesa combatir la
dominación política, económica y social antes que la defensa del status quo .
Es hora de repensar la relación del republicanismo con nociones como nación,
pueblo y progresismo.”
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