El
llamado Padre del Cantonalismo nació en 1819 en
el pueblo de Torreagüera, en la
actual Región de Murcia. Desde
pequeño, sus padres le habían inculcado el amor a la libertad y al sueño
democrático. Tuvo que abandonar pronto la escuela para ayudar a su padre, pero
su innato amor por el saber y la cultura hicieron de él un lector incansable y
autodidacta. Antonete consiguió convertirse en un labrador
propietario y hacerse un hueco en el estrato burgués. Sin embargo, luchó por el
bienestar político, económico, cultural, y social de los más humildes. Gálvez
deseaba un sistema republicano federal en España, porque consideraba que los políticos
estatales desconocían los problemas cotidianos del pueblo. Deseaba la autonomía
regional para lograr la más profunda democracia participativa y
resolver los problemas reales de la gente, del pueblo, que la política
absentista de la época marginaba por completo. En su lucha contra los intereses
de la oligarquía contó con el importante apoyo de gran parte de la sociedad
murciana, principalmente de los más humildes y de la pequeña burguesía, además
de la amistad de grandes figuras políticas, como el general Juan Prim y el político Antonio Cánovas del Castillo.
También fue el fundador del Partido
Federal Murciano.
Antonete fue
un hombre sencillo. Se casó con la mujer que amaba y tuvo cinco hijos pero
sacrificó una vida tranquila como terrateniente por otra llena de amarguras y
desencantos como consecuencia de sus ideales. Fue un republicano convencido,
fue nombrado diputado en
el Congreso de los Diputados durante
la Primera República,
pero su apoyo incondicional a "La Federal" y el temor a la pérdida del
régimen democrático por un golpe de Estado le llevaron a protagonizar
la Revolución Cantonal.
Idealista y de resolutivo carácter, Antonete es el prototipo de político
español de virtuosas convicciones, que no duda en alcanzar sus ideales aunque
sea alzándose en armas. Antonete consideraba, al igual que el filósofo
inglés Stuart Mill, que: "El
hombre que no es capaz de luchar por su patria no alcanzará la libertad, sino
por los esfuerzos de otros hombres mejores que él".
La Historia de España desde
la muerte de Fernando VII en 1833 se
caracteriza por la sucesión de unas décadas convulsas y de continuos cambios de
gobierno. Antonete vivió dos regencias (María
Cristina y Espartero), tres Constituciones (1837, 1845 y 1869),
el reinado de Isabel II y
su exilio, una revolución (“La Gloriosa”,
1868) y el breve reinado de Amadeo I de Saboya.
La Revolución de 1868 (conocida
popularmente como "La Gloriosa") provocó el exilio de Isabel II
a Francia y supuso la llegada al poder del partido
progresista, que impulsó la Constitución de 1869,
la más liberal de las constituciones del siglo XIX. La revuelta fue encabezada por los
progresistas y los demócratas, bajo la batuta del general Prim. En Murcia, Antonete Gálvez fue el encargado de liderar
la insurrección, que triunfó sin disparar un solo tiro y que fue acogida con
agrado, pues habría de traer profundos cambios políticos, sociales, económicos
y culturale
La
"Constitución Democrática de 1869", aprobada por las Cortes
Generales, establecía la monarquía como forma de gobierno. Dada la mala
imagen de los Borbones, se pensó como candidato al trono en Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, rey de la
recién unificada Italia. El general Prim
fue nombrado presidente del Gobierno. Amadeo I fue acogido con frialdad por la
sociedad española y tuvo que enfrentarse a una tremenda inestabilidad política:
en las Cortes, la oposición torpedeaba la labor de los seis gobiernos que se
sucedieron durante su reinado. A esto había que sumarle la guerra carlista, el
desasosiego colonial de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y los levantamientos republicanos.
Gálvez, partidario de
la República, arropado por sus seguidores de Beniaján y Torreagüera, izó la bandera de la revolución contra
la monarquía de Amadeo I en la cumbre del Miravete, monte señero de la Cordillera Sur. Contaba con el respaldo,
desde Madrid, de figuras políticas republicanas como Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar. El
gobernador de Murcia mandó formar a todas las compañías para reducir a los
rebeldes. Tras los intensos tiroteos, los federales se quedaron sin municiones.
Gálvez fue condenado a la pena de muerte en garrote vil, pero consiguió escapar
en un barco a la ciudad de Argel.
En marzo de 1870 se
decretó una amnistía que
permitía el regreso a España de los
implicados en el primer pronunciamiento republicano federal. Gálvez regresó a
su casa familiar en Torreagüera.
En 1872 se
decretó una quinta (el temido servicio militar que se cobraba la vida de
cientos de jóvenes todos los años) para mantener las posesiones coloniales de
un Imperio Español en
decadencia y para luchar, también, en las Guerras Carlistas. Los sectores más progresistas del
pueblo murciano ligaron indisolublemente ambas reivindicaciones: la
proclamación de la República Federal y
la abolición de las quintas. Gálvez acaudilló una nueva revolución y el pueblo,
harto del derramamiento de sangre en tierras extrañas, lo siguió a ciegas.
Los mozos se reunieron con
Antonete en El Miravete,
dispuestos a pedir la supresión de las quintas y proclamar la República
Federal. La Guardia Civil y
tropas del Ejército salieron desde Madrid para sofocar la insurrección. Gálvez
separó a un grupo de 200 hombres y se dirigió a la ciudad de Murcia, donde levantaron algunas barricadas. La
jornada de lucha se saldó con varios muertos por ambas partes.
Tres meses después, las
columnas guerrilleras de Antonete Gálvez entraron triunfantes en Murcia, recibidas por una enfervorecida multitud, que
daba vivas a su persona y a “La Federal”. Se publicó el ansiado fin del
servicio militar obligatorio y Amadeo I hizo
solemne su renuncia al trono. El 10 de febrero de 1873 se
proclamó la Primera República Española y
el nuevo gobierno convocó elecciones generales a Cortes, siendo elegido diputado por Murcia Antonete
Gálvez Arce.
A pesar de
su fuerza aparente en las Cortes y en la calle, el republicanismo era minoritario entre los españoles. Además, estaba internamente dividido entre
los federalistas moderados - que pretendían construir la federación desde
arriba, desde el Estado - y los que, al igual que Antonete, deseaban una “Federal” desde abajo - que los Estados autónomos
crearan la posterior federación -.
La debilidad de la
república provocó una enorme inestabilidad política. Cuatro presidentes se
sucedieron en el breve lapso de un año: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Además, no se pudo poner en práctica
el sistema federal porque el poder ejecutivo estaba absorbido por las
complicaciones que conllevaban la Tercera Guerra Carlista y
los disturbios en Cuba y otras colonias. Viendo los federales
exaltados que la proclamación de la Constitución federal se alargaba
indefinidamente, y con ella sus reivindicaciones, decidieron constituirse
en cantones.
Manuel Cárceles Sabater proclamó
el Cantón de Cartagena el 12 de julio de 1873,
al que posteriormente se uniría Antonete tras proclamar el cantón en Murcia el día 14. Estos constituyeron el
denominado Cantón Murciano,
dispuestos a extender la sublevación federal por toda la región. Tras los
sucesos de Cartagena, en
donde Antonete consiguió que la marinería se uniera a la causa, varias
capitales de provincia y otras poblaciones menores se constituyeron en cantón,
tales como Valencia, Málaga o Motril. El gobierno
republicano consiguió reprimir la insurrección en toda España salvo en la Región de Murcia,
donde los rebeldes contaban con mayor implantación. El Cantón Murciano quedó
reducido al Cantón de Cartagena en
agosto de 1873, cuando las tropas centralistas de Arsenio Martínez-Campos sofocaron los núcleos cantonales del
resto de la Región de Murcia. Cartagena resistió el asedio hasta
el mes de enero de 1874 gracias
a las defensas de la ciudad y al apoyo de la marinería.
En enero de 1874 el
bombardeo gubernamental sobre Cartagena era cada vez más intenso. La ciudad
quedó prácticamente deshecha y la escasez de alimentos se hizo insoportable.
El 11 de enero comenzó la rendición del Cantón de Cartagena:
las fuerzas que sitiaban la ciudad entraron y se dio por terminada la Revolución Cantonal.
Gálvez volvió a ser condenado a la pena de muerte y tuvo que hacer frente a un
nuevo exilio en Orán. Sin embargo,
regresó a su tierra un año después para luchar contra la epidemia de cólera que estaba asolando la
región.
A su
regreso, Gálvez tuvo que afrontar la situación que más había temido, el golpe de Estado del general Pavía puso
fin a la República, y el Pronunciamiento
de Sagunto del general Martínez-Campos supuso la
restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, hijo
de Isabel II. La
Constitución Democrática de 1869 fue
suspendida, y los derechos y las libertades quedaron drásticamente recortados.
Se iniciaba en España el periodo
de la Restauración.
El 7 de abril de 1887 la
mujer de Antonete falleció. Su esposo, perseguido y condenado a muerte, la
acompañó hasta el último momento. La Guardia Civil se presentó en el entierro para
detener al líder cantonal, pero el respeto y veneración que Antonete despertaba
en todo el pueblo le procuró la libertad una vez más. En 1891,
la justicia se pronunció, finalmente, a favor de Antonete Gálvez, que quedó
libre y regresó a su casa, siendo elegido concejal del Ayuntamiento de Murcia.
Gálvez murió el 28 de diciembre de 1898.
Su entierro se convirtió en una tumultuosa demostración de cariño popular.
El obispo de la Diócesis de Cartagena prohibió
su entierro en suelo santo, pero 50 años más tarde fue trasladado al cementerio
de su pueblo natal junto a sus paisanos y familiares. El Ayuntamiento de Murcia,
en reconocimiento a su importancia histórica y socio-política, nombró a
Antonete como "Hijo Predilecto de Murcia" en 1998,
coincidiendo con la conmemoración del primer centenario de su muerte.
Información recogida en la Wikipedia.
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