lunes, 13 de agosto de 2018

Rafael Méndez Martínez


Rafael Méndez nació el 19 de agosto de 1906 en el barrio de San Cristóbal de Lorca (Murcia). Fue el más pequeño de siete hermanos. Su padre, José, trabajaba en la agricultura y la ganadería y su madre, Águeda, entre las labores de la casa, trabajaba en el negocio familiar, una confitería situada en ese mismo barrio.

Su formación comenzó con los Hermanos de las Escuelas Cristianas donde cursó primaria aunque el Bachillerato lo hizo por libre presentándose solo a los exámenes. Dos de sus hermanos, uno médico y otro farmaceútico, influyeron en la elección de Rafael Méndez por la medicina. Ya en el año 1921 inició sus estudios en la Facultad de Medicina de Madrid y más tarde obtiene la titulación, pero antes de graduarse, opta por la investigación farmacológica.

Durante la Guerra Civil Española desarrolló una gran actividad política en el bando republicano, ocupando diversos cargos públicos debido a su amistad con Juan Negrin, primero como secretario del ministerio de Hacienda, luego como director general de Carabineros de España, como subsecretario de gobernación y finalizando la guerra como cónsul en Perpiñán.

Más tarde decidió marcharse a Estados Unidos donde estuvo varios años trabajando como investigador en las universidades de Loyola Chicago y Harvard. En el año 1946, acepta una invitación de Ignacio Chávez para ser jefe del departamento de farmacología del recién creado Instituto Nacional de Cardiología de México.

En 1945 murió su mujer, Angelita, y ya en México se volvió a casar con una refugiada española, Marga.

En 1963 el gobierno de Franco permitió al doctor Méndez para que volviera a España cuando lo desease. Sus viajes a España fueron constantes y durante la transición colaboró estrechamente con Manuel Fraga para facilitar el regreso de los refugiados políticos españoles. Fue ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales en 1978 por el gobierno de México. 
En el año 1981 el rey Juan Carlos I le entrega la Gran Cruz del Mérito Civil y en 1982 la Universidad de Murcia le otorgó el doctorado Honoris Causa. En el año 1983, Rafael Méndez fue nombrado Hijo Predilecto de Lorca y Murcia. En 1985, de nuevo en México, fue designado como coordinador de los Institutos Nacionales de Salud, puesto que ocupó hasta su fallecimiento en 1991. Un año antes de su muerte, en 1990, Rafael Méndez acudía a la inauguración del hospital comarcal de su ciudad natal que lleva su nombre.

Las ideas republicanas son progresistas


 Este es un artículo de opinión publicado en el periódico “Clarín” de Buenos Aires y aunque fuera publicado el 03/12/2011, sigue siendo válido.


“Solemos creer que entre el kirchnerismo y el republicanismo hay un abismo.

El kirchnerismo es entendido como un discurso nacional y popular progresista preocupado por la justicia social, y se distingue por el énfasis puesto en el conflicto como parte constitutiva de la política. Se suele pensar que el republicanismo es una ideología conservadora con miedo congénito al conflicto y que sólo se interesa por los derechos individuales y el fortalecimiento de las instituciones del Estado para que sirvan de contrapeso al Poder Ejecutivo.

Esta caracterización del republicanismo sólo corresponde a una de sus variedades: la liberal-conservadora a partir de comienzos del siglo XIX. El republicanismo de pura cepa, en efecto, no está tan interesado en la protección de los derechos individuales sino en la protección de los ciudadanos frente a cualquier clase de dominación, sea de naturaleza política por parte del gobierno o, por extensión, de naturaleza económico-social por parte del mercado o de la sociedad civil. De ahí que el republicanismo tenga claras connotaciones progresistas.

La otra cara de la preocupación republicana por la dominación es que los ciudadanos deben participar en la toma de decisiones políticas, lo cual a su vez explica el celo republicano por la virtud cívica. Cuando esta última decrece, deja lugar a la corrupción de los gobernantes y de los gobernados, el mayor flagelo posible para un republicano. Ahora bien, el interés por combatir la dominación y fomentar la virtud cívica no implica que al republicanismo la nación o el pueblo le resulten indiferentes.

Por ejemplo, un pensador republicano paradigmático como Maquiavelo no sólo defendió la unificación de Italia sino que además tomó partido en favor del pueblo en contra de los nobles o “grandes” a quienes les atribuía precisamente el deseo de dominar al pueblo.

Es Maquiavelo quien en el primer Libro de sus Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio señala que “todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión” entre los poderosos y el pueblo. Según Maquiavelo, “los que condenan los tumultos entre los nobles y la plebe atacan lo que fue la causa principal de la libertad de Roma, se fijan más en los ruidos y gritos que nacían de esos tumultos que en los buenos efectos que produjeron”.

La defensa de la nación y/o del pueblo y de la reivindicación del conflicto político, entonces, no sólo es compatible con una república bien ordenada sino antes bien podría ser la condición de posibilidad de la misma . En las palabras de Maquiavelo, si alguno cree que los medios para instaurar un régimen republicano “fueron extraordinarios y casi feroces, pues se ve al pueblo unido gritar contra el Senado, al Senado contra el pueblo, correr tumultuosamente por las calles, saquear las tiendas, marcharse toda la plebe de Roma, cosas estas que espantan, más que otra cosa, al que las lee, le respondo que toda ciudad debe arbitrar vías por donde el pueblo pueda desfogar su ambición, sobre todo las ciudades que quieran valerse del pueblo en los asuntos importantes”.

No hay razones para creer que el republicanismo está por naturaleza en las antípodas del progresismo nacional y popular.

Es muy probable que el problema no sea el republicanismo en sí, sino su versión vernácula electoral, que se empecina en negar las aspiraciones emancipadoras del republicanismo.

Al discurso republicano genuino le interesa combatir la dominación política, económica y social antes que la defensa del status quo . Es hora de repensar la relación del republicanismo con nociones como nación, pueblo y progresismo.”


domingo, 12 de agosto de 2018

Antonete Gálvez

El llamado Padre del Cantonalismo nació en 1819 en el pueblo de Torreagüera, en la actual Región de Murcia. Desde pequeño, sus padres le habían inculcado el amor a la libertad y al sueño democrático. Tuvo que abandonar pronto la escuela para ayudar a su padre, pero su innato amor por el saber y la cultura hicieron de él un lector incansable y autodidacta. Antonete consiguió convertirse en un labrador propietario y hacerse un hueco en el estrato burgués. Sin embargo, luchó por el bienestar político, económico, cultural, y social de los más humildes. Gálvez deseaba un sistema republicano federal en España, porque consideraba que los políticos estatales desconocían los problemas cotidianos del pueblo. Deseaba la autonomía regional para lograr la más profunda democracia participativa y resolver los problemas reales de la gente, del pueblo, que la política absentista de la época marginaba por completo. En su lucha contra los intereses de la oligarquía contó con el importante apoyo de gran parte de la sociedad murciana, principalmente de los más humildes y de la pequeña burguesía, además de la amistad de grandes figuras políticas, como el general Juan Prim y el político Antonio Cánovas del Castillo. También fue el fundador del Partido Federal Murciano.
Antonete fue un hombre sencillo. Se casó con la mujer que amaba y tuvo cinco hijos pero sacrificó una vida tranquila como terrateniente por otra llena de amarguras y desencantos como consecuencia de sus ideales. Fue un republicano convencido, fue nombrado diputado en el Congreso de los Diputados durante la Primera República, pero su apoyo incondicional a "La Federal" y el temor a la pérdida del régimen democrático por un golpe de Estado le llevaron a protagonizar la Revolución Cantonal. Idealista y de resolutivo carácter, Antonete es el prototipo de político español de virtuosas convicciones, que no duda en alcanzar sus ideales aunque sea alzándose en armas. Antonete consideraba, al igual que el filósofo inglés Stuart Mill, que: "El hombre que no es capaz de luchar por su patria no alcanzará la libertad, sino por los esfuerzos de otros hombres mejores que él".
La Historia de España desde la muerte de Fernando VII en 1833 se caracteriza por la sucesión de unas décadas convulsas y de continuos cambios de gobierno. Antonete vivió dos regencias (María Cristina y Espartero), tres Constituciones (18371845 y 1869), el reinado de Isabel II y su exilio, una revolución (“La Gloriosa”, 1868) y el breve reinado de Amadeo I de Saboya.
La Revolución de 1868 (conocida popularmente como "La Gloriosa") provocó el exilio de Isabel II a Francia y supuso la llegada al poder del partido progresista, que impulsó la Constitución de 1869, la más liberal de las constituciones del siglo XIX. La revuelta fue encabezada por los progresistas y los demócratas, bajo la batuta del general Prim. En Murcia, Antonete Gálvez fue el encargado de liderar la insurrección, que triunfó sin disparar un solo tiro y que fue acogida con agrado, pues habría de traer profundos cambios políticos, sociales, económicos y culturale
La "Constitución Democrática de 1869", aprobada por las Cortes Generales, establecía la monarquía como forma de gobierno. Dada la mala imagen de los Borbones, se pensó como candidato al trono en Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, rey de la recién unificada Italia. El general Prim fue nombrado presidente del Gobierno. Amadeo I fue acogido con frialdad por la sociedad española y tuvo que enfrentarse a una tremenda inestabilidad política: en las Cortes, la oposición torpedeaba la labor de los seis gobiernos que se sucedieron durante su reinado. A esto había que sumarle la guerra carlista, el desasosiego colonial de CubaPuerto Rico y Filipinas, y los levantamientos republicanos.
Gálvez, partidario de la República, arropado por sus seguidores de Beniaján y Torreagüera, izó la bandera de la revolución contra la monarquía de Amadeo I en la cumbre del Miravete, monte señero de la Cordillera Sur. Contaba con el respaldo, desde Madrid, de figuras políticas republicanas como FiguerasPi y MargallSalmerón y Castelar. El gobernador de Murcia mandó formar a todas las compañías para reducir a los rebeldes. Tras los intensos tiroteos, los federales se quedaron sin municiones. Gálvez fue condenado a la pena de muerte en garrote vil, pero consiguió escapar en un barco a la ciudad de Argel.
En marzo de 1870 se decretó una amnistía que permitía el regreso a España de los implicados en el primer pronunciamiento republicano federal. Gálvez regresó a su casa familiar en Torreagüera.
En 1872 se decretó una quinta (el temido servicio militar que se cobraba la vida de cientos de jóvenes todos los años) para mantener las posesiones coloniales de un Imperio Español en decadencia y para luchar, también, en las Guerras Carlistas. Los sectores más progresistas del pueblo murciano ligaron indisolublemente ambas reivindicaciones: la proclamación de la República Federal y la abolición de las quintas. Gálvez acaudilló una nueva revolución y el pueblo, harto del derramamiento de sangre en tierras extrañas, lo siguió a ciegas.
Los mozos se reunieron con Antonete en El Miravete, dispuestos a pedir la supresión de las quintas y proclamar la República Federal. La Guardia Civil y tropas del Ejército salieron desde Madrid para sofocar la insurrección. Gálvez separó a un grupo de 200 hombres y se dirigió a la ciudad de Murcia, donde levantaron algunas barricadas. La jornada de lucha se saldó con varios muertos por ambas partes.
Tres meses después, las columnas guerrilleras de Antonete Gálvez entraron triunfantes en Murcia, recibidas por una enfervorecida multitud, que daba vivas a su persona y a “La Federal”. Se publicó el ansiado fin del servicio militar obligatorio y Amadeo I hizo solemne su renuncia al trono. El 10 de febrero de 1873 se proclamó la Primera República Española y el nuevo gobierno convocó elecciones generales a Cortes, siendo elegido diputado por Murcia Antonete Gálvez Arce.
A pesar de su fuerza aparente en las Cortes y en la calle, el republicanismo era minoritario entre los españoles. Además, estaba internamente dividido entre los federalistas moderados - que pretendían construir la federación desde arriba, desde el Estado - y los que, al igual que Antonete, deseaban una “Federal” desde abajo - que los Estados autónomos crearan la posterior federación -.
La debilidad de la república provocó una enorme inestabilidad política. Cuatro presidentes se sucedieron en el breve lapso de un año: Estanislao FiguerasFrancisco Pi y MargallNicolás Salmerón y Emilio Castelar. Además, no se pudo poner en práctica el sistema federal porque el poder ejecutivo estaba absorbido por las complicaciones que conllevaban la Tercera Guerra Carlista y los disturbios en Cuba y otras colonias. Viendo los federales exaltados que la proclamación de la Constitución federal se alargaba indefinidamente, y con ella sus reivindicaciones, decidieron constituirse en cantones.
Manuel Cárceles Sabater proclamó el Cantón de Cartagena el 12 de julio de 1873, al que posteriormente se uniría Antonete tras proclamar el cantón en Murcia el día 14. Estos constituyeron el denominado Cantón Murciano, dispuestos a extender la sublevación federal por toda la región. Tras los sucesos de Cartagena, en donde Antonete consiguió que la marinería se uniera a la causa, varias capitales de provincia y otras poblaciones menores se constituyeron en cantón, tales como ValenciaMálaga o Motril. El gobierno republicano consiguió reprimir la insurrección en toda España salvo en la Región de Murcia, donde los rebeldes contaban con mayor implantación. El Cantón Murciano quedó reducido al Cantón de Cartagena en agosto de 1873, cuando las tropas centralistas de Arsenio Martínez-Campos sofocaron los núcleos cantonales del resto de la Región de MurciaCartagena resistió el asedio hasta el mes de enero de 1874 gracias a las defensas de la ciudad y al apoyo de la marinería.
En enero de 1874 el bombardeo gubernamental sobre Cartagena era cada vez más intenso. La ciudad quedó prácticamente deshecha y la escasez de alimentos se hizo insoportable. El 11 de enero comenzó la rendición del Cantón de Cartagena: las fuerzas que sitiaban la ciudad entraron y se dio por terminada la Revolución Cantonal. Gálvez volvió a ser condenado a la pena de muerte y tuvo que hacer frente a un nuevo exilio en Orán. Sin embargo, regresó a su tierra un año después para luchar contra la epidemia de cólera que estaba asolando la región.
A su regreso, Gálvez tuvo que afrontar la situación que más había temido, el golpe de Estado del general Pavía puso fin a la República, y el Pronunciamiento de Sagunto del general Martínez-Campos supuso la restauración de la monarquía borbónica en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. La Constitución Democrática de 1869 fue suspendida, y los derechos y las libertades quedaron drásticamente recortados. Se iniciaba en España el periodo de la Restauración. El 7 de abril de 1887 la mujer de Antonete falleció. Su esposo, perseguido y condenado a muerte, la acompañó hasta el último momento. La Guardia Civil se presentó en el entierro para detener al líder cantonal, pero el respeto y veneración que Antonete despertaba en todo el pueblo le procuró la libertad una vez más. En 1891, la justicia se pronunció, finalmente, a favor de Antonete Gálvez, que quedó libre y regresó a su casa, siendo elegido concejal del Ayuntamiento de Murcia.
Gálvez murió el 28 de diciembre de 1898. Su entierro se convirtió en una tumultuosa demostración de cariño popular. El obispo de la Diócesis de Cartagena prohibió su entierro en suelo santo, pero 50 años más tarde fue trasladado al cementerio de su pueblo natal junto a sus paisanos y familiares. El Ayuntamiento de Murcia, en reconocimiento a su importancia histórica y socio-política, nombró a Antonete como "Hijo Predilecto de Murcia" en 1998, coincidiendo con la conmemoración del primer centenario de su muerte.

Información recogida en la Wikipedia.

viernes, 10 de agosto de 2018

El Ateneo Republicano de Murca


José Sánchez es el presidente del primer Ateneo Republicano de Murcia

Habría que remontarse a aquellas logias masónicas que, recogiendo e impulsando el sentir republicano durante la época de Antonete Gálvez, propusieron foros para defender sus particulares ideas de progreso, humanismo y laicidad. Esos mismos principios, como asegura su presidente, José Sánchez, iluminan la creación del primer Ateneo Republicano de Murcia, una institución que, como aclara, surge con el objetivo de difundir «los valores éticos, democráticos, humanistas, laicos y solidarios heredados de las dos repúblicas».
-¿Por qué han decidido fundar el Ateneo Republicano de Murcia?
-Porque creemos que en Murcia es necesario que exista un foro de debate que difunda las ideas republicanas que, en esencia, son innatas a la sociedad civil. Ya que no es democrático que vivamos con una monarquía de los Borbones elegida e impuesta por un dictador, sin que haya sido votada por los españoles.
-¿Qué antecedentes tiene esta institución en la historia de la Región?
-Como tal Ateneo Republicano creemos que no ha habido en Murcia ninguna institución, si bien durante la Segunda República se desarrollaron logias masónicas que recogieron el sentir republicano. A la logia Miravete perteneció el diputado Antonete Gálvez.
-¿Cuándo será la presentación oficial y quiénes intervendrán en ella?
-El Ateneo se creó el pasado 31 de enero y antes de hacer su presentación oficial hemos preferido desarrollar unos primeros actos que indiquen nuestra línea apartidista y fundamentalmente cultural. Así, colaboramos con la Asociación de Memoria Histórica en las conferencias de la Semana Republicana del 14 de abril y dejaremos la presentación para después del verano.
-¿Qué objetivos o actividades se proponen impulsar?
-Nuestro Ateneo ha de ser un espacio amable que, además de apartidista, difunda los valores éticos, democráticos, humanistas, laicos y solidarios heredados de las dos repúblicas. Que haga ver que las políticas de laicidad son el medio para garantizar las libertades de conciencia y de religión. Para ello, nuestro trabajo ha de ser fundamentalmente cultural, por lo que deseamos colaborar con la universidad para este fin.
-¿Y a corto plazo?
-Mañana, a las 19 horas en nuestra sede (calle Polo de Medina, 15, Bajo) convocamos la conferencia-debate 'Los retos de la Izquierda en el actual panorama político'. Asistirán el diputado de Podemos, Javier Sánchez; el secretario general de esta formación, Óscar Urralburu; el portavoz del PSOE en la Asamblea, Joaquín López; el coordinador de IU-Los Verdes, José Luis Álvarez-Castellanos; y la coportavoz de Equo, Toñi Gómez.
-¿Están los organismos públicos impulsando la Memoria Histórica de una forma efectiva?
-No encontramos ningún apoyo en los organismos públicos de Murcia. Es sabido que el anterior presidente del gobierno de España se jactaba de haber dejado sin presupuesto la Ley de Memoria Histórica. Confiamos esperanzados que esta situación mejore con el nuevo gobierno socialista.
-¿Quiénes forman parte de su junta directiva?
-La junta que presido también está formada por la vicepresidenta, Elvira Ramos; el secretario, José Luís López-Mesas; la tesorera, María del Carmen Lázaro; y otros cinco vocales. Somos todos un equipo.
-¿Cree que está más cerca una tercera república en España?
-El nivel de descrédito de la monarquía borbónica ha llegado a límites altos. Los escándalos del Rey Juan Carlos (económicos y personales), la condena de una trama corrupta nacida al amparo de la Casa Real, que ha dado en la cárcel con Urdangarín, y el hecho extemporáneo de que en pleno siglo XXI una familia se apropie del poder político con carácter vitalicio y hereditario, nos lleva a considerar que en un futuro referéndum el pueblo español elegiría implantar la III República.

Artículo publicado por Antonio Botías en el diario “La Verdad” de Murcia el pasado 21 de junio 2018,

Thomas Jefferson

Lo más relevante de sus dos mandatos fue la consolidación de un reparto de funciones entre los poderes constitucionales, según el cual el gobierno federal se encargaría de la defensa y la política exterior, dejando a los Estados una amplia autonomía política interior; con ello llevó a la práctica sus convicciones filosóficas sobre la necesidad de limitar al poder para salvaguardar la libertad.
Jefferson también favoreció la futura expansión de los Estados Unidos, al adquirir a Francia el extenso territorio de Luisiana (1803) y potenciar las exploraciones hacia el oeste de Lewis y Clark (1804-06). Siguiendo el ejemplo de Washington, no se presentó a una tercera reelección (en 1808 se impuso el también republicano James Madison), se retiró a cultivar sus múltiples aficiones intelectuales (1809) y fundó la Universidad de Virginia (1819).

Cayo Sempronio Graco


(Roma, 154 a.J.C. - id., 121 a.J.C.) Político reformista romano, destacado miembro de la familia Graco. Tras la muerte de su hermano Tiberio Sempronio Graco intentó una reforma a fondo del sistema político romano con el apoyo de los grupos no aristocráticos. Fue uno de los triunviros encargados de la aplicación de la ley agraria de su hermano, fomentó la formación de una clase campesina y la creación de nuevas colonias (Tarento, Cartago, Corinto). Promulgó una ley frumentaria. Tribuno de la plebe (123-122), su proyecto de concesión de ciudadanía a los latinos provocó su desprestigio. Después de su suicidio, durante un enfrentamiento originado por la supresión de la colonia de Cartago, las leyes aprobadas por él y su hermano fueron abolidas.
La etapa de inestabilidad social iniciada en Roma en el último tercio del siglo II a.C. acabaría un siglo después con el hundimiento de la República. La conquista había traído riqueza, pero en beneficio de sectores limitados, acentuándose las diferencias sociales. La oligarquía senatorial había consolidado su poder; a pesar de la progresiva toma de conciencia de los sectores populares frente a los núcleos conservadores, la plebe nunca tuvo iniciativa propia, pues fue manejada por grupos nobiliarios, que no dudaron en dar singular protagonismo a instituciones -como el tribunado- para lograr sus ambiciones.
Los políticos reformistas surgieron de las propias filas de la nobleza romana, dividida entre diversas facciones internas; los más famosos líderes populares fueron los hermanos Graco. La frustrada labor reformadora de Tiberio Sempronio Graco fue continuada por su hermano Cayo Sempronio Graco, que fue también tribuno de la plebe (123-122 a.C.).
Cayo Sempronio Graco emprendió medidas aún más avanzadas que las de su hermano: en virtud de una ley, los senadores fueron eliminados de los tribunales que juzgaban los delitos cometidos por los magistrados provinciales, transfiriéndose esa competencia a los caballeros; se aprobó otra ley para reorganizar la provincia de Asia, cediéndose la recaudación impositiva a las compañías de publicanos. Eran medidas que favorecían al estamento ecuestre, cada vez más poderoso, frente al clan senatorial.
En favor del proletariado, Cayo Sempronio Graco puso nuevamente en vigor la ley agraria presentada por su hermano. Se propugnó la fundación de algunas colonias comerciales (Capua, Tarento, Cartago), para instalar en ellas al sector de la plebe no apto para la vida agrícola. Y se presentó una ley según la cual el gobierno debía garantizar el suministro del grano a un precio justo, a fin de proteger a los pobres contra el hambre y la especulación. Graco intentó también extender la ciudadanía a los latinos y el derecho latino a los aliados italianos, pero el pueblo romano, celoso de sus privilegios, no le respaldó. Finalmente, derrotado en la elección para un tercer tribunado, Graco, con sus partidarios, acabó siendo eliminado. La desaparición de Cayo Graco provocó una inmediata reacción senatorial, dirigida a desmontar los logros de la reforma agraria con varias leyes.
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